Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

martes, 30 de diciembre de 2008

"El Secreto de Shakespeare"

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Nos ha llegado al anterior post sobre La Tempestad, un sugerente comentario “anónimo” que queremos reproducir aquí. Se trata de un fragmento de la introducción al libro El secreto de Shakespeare, de Martin Lings.
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"En la actualidad ya no cabe duda de que ya a la edad de 30 años o antes, Shakespeare estaba familiarizado con diversas doctrinas -algunas verdaderamente esotéricas, o meramente ocultistas- que tanto apasionaron a los dramaturgos londinenses y otros escritores del momento, así como a los aristócratas que les apoyaban, protegían y animaban. No es necesario decir que la corriente principal del legado místico de la Edad Media era cristiana; pero hacia el final del siglo XVI esta corriente se había visto incrementada con otras corrientes tributarias: pitagóricas, platónicas, cabalísticas, herméticas, iluministas, rosacrucianas, alquímicas.....
Pero esencialmente las tradiciones no cristianas coincidían con el misticismo cristiano, a pesar de diferencias de terminología y perspectiva. Se ocupaban, en primer lugar, de los medios de purificar el alma (katarsis)de su naturaleza caída y finalmente, el fruto de esta restauración del estado primordial, la reunión beatífica del alma con Dios. Shakespeare sabía muy bien que el resultado del matrimonio químico del azufre y el mercurio, o del rey y la reina, el magnum opus de los alquimistas, es el alma rectificada y resucitada, y que la obra alquímica es, así, una primera etapa indispensable del camino que conduce a la unión del alma perfeccionada con la divinidad. Esta unión es, de hecho el tema del poema alquímico de Shakespeare El Fénix y la Tórtola."

El comentarista anónimo se despide con estas animosas palabras que agradecemos profundamente:

"Un saludo y os animo a que sigáis trabajando en la transmisión de esta concepción del teatro como medio de provocar la katarsis con la que disolver la dualidad entre soñador y soñado y poder participar del único e infinito instante de la creación."
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jueves, 18 de diciembre de 2008

Navidad 2008

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"Todo el mundo es un escenario"
centrado como un pesebre
centro espacial desde donde irradia la Luz
centro del tiempo detenido
el Sol Invicto, el Solsticio de Invierno

¡Feliz Navidad a todos!
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La Colegiata Marsilio Ficino
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jueves, 11 de diciembre de 2008

La Tempestad

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Continuación del fragmento publicado en el post anterior del artículo El Renacimiento Isabelino (Revista SYMBOLOS 31-32):

"Si bien es verdad que en todas las obras de Shakespeare está presente, en mayor o menor medida, este diseño inteligente cuya teurgia nos conduce a través de la escala que une los distintos planos de la realidad, también es cierto que hay una de entre todas ellas que por su estructura y concepción merece especialmente el calificativo de esotérica: nos estamos refiriendo a La Tempestad.
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La Tempestad de Shakespeare.
The Works of Mr. William Shakespeare, Londres 1709
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Es ésta una de las últimas obras escritas por Shakespeare que, inspirándose en los relatos de naufragios y crónicas sobre las aventuras hacia el Nuevo Mundo, nos narra las vicisitudes del mago Próspero, quien confinado en una isla remota con la única compañía de su hija Miranda, vive entregado al ejercicio de las artes mágicas. Sometiendo sus estados inferiores representados por el monstruo Calibán y, a través de Ariel espíritu del aire, invocando los estados superiores, deshará los nudos de la adversidad y establecerá de este modo un nuevo orden dentro de sí y en su entorno. Durante el transcurso de la representación sabemos que Próspero, duque de Milán, después de ir delegando paulatinamente sus responsabilidades políticas para poder dedicarse exclusivamente al estudio de las artes mágicas –que nos son otras que las Artes Liberales- fue traicionado por su propio hermano. Ahora pues y utilizando sus poderes, -que Shakespeare se encarga de diferenciar nítidamente de cualquier tipo de hechicería o magia negra- logrará canalizar una sucesión de acontecimientos, como por ejemplo desencadenar la tempestad con la que se inicia la obra, y el posterior naufragio en la isla de una serie de personajes entre los que se encuentra su hermano. Tras diversas catarsis que se resolverán en el perdón -a los demás y especialmente a uno mismo-, se compondrá un futuro esperanzador, un renacimiento que vendrá simbolizado por las bodas de su hija Miranda a la cual Próspero ha transmitido todo su saber.
La obra, excepto una breve introducción que se sitúa en un navío durante la tempestad, transcurre en el marco de una isla, y su duración es de tres horas, tanto en el tiempo real de la representación como del transcurso de los acontecimientos escenificados. Estamos pues en un enclave espaciotemporal muy bien delimitado: la isla es el espacio acotado, símbolo del Centro del Mundo dónde se conjugan todas las dualidades, las que asimismo, son devueltas de la aparente dualidad a la unidad original a través de su conciliación que el número tres simboliza. Dicho enclave es el nuestro, nuestra isla o círculo desde cuyo centro cada cual es maestro de sí mismo. Desde donde conocemos que todas las encrucijadas son una sola encrucijada, y desde donde sabemos con Próspero que “Todo el mundo es un escenario”.
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En el teatro The Globe aparece inscrita en su tejado,una cita en latín de Petronio que reza:"Totus mundus agit histrionen", “Todo el mundo es un escenario"


Alegraos, señor, que ya terminó la fiesta. Los actores,
como ya os dije, eran espíritus y se desvanecieron
en el aire, en la levedad del aire.
Y de igual manera, la efímera obra de esta visión,
las altas torres que las nubes tocan, los palacios espléndidos,
los templos solemnes, el inmenso globo, y todo lo que en él habita, se disolverá;
y tal como ocurre en esta vana ficción
desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos hechos
de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña
vida cierra su círculo con un sueño.

( La Tempestad, Acto IV, Escena I)

Un escenario puesto a nuestra disposición para conocer nuestros límites encarnándolos -también dramatizándolos-, y simultáneamente trascenderlos".
A.G.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Shakespeare y el Renacimiento Isabelino

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Reproducimos a continuación un fragmento del artículo El Renacimiento Isabelino publicado en la revista SYMBOLOS 31-32:

"Es a través de la síntesis vertical de un Conocimiento único, que podemos ver el legado shakespeariano como una expresión de esta “filosofía oculta” hermético-cabalista que anima el Renacimiento Isabelino. Cada obra de teatro constituye un todo, en que las relaciones entre los personajes, sus tensiones, desencuentros y nuevos equilibrios las convierten en algo análogo a un athanor alquímico, donde los metales en combustión pugnan, se degradan y sutilizan, pero también semejante a una obra arquitectónica o una pieza musical. Comprendemos las pasiones escenificadas porqué nos identificamos con ellas, pero al hacerlo mantenemos asimismo una distancia, la cual nos permite también observar nuestras propias emociones como algo que nos sucede, en cierto modo ajeno a nuestra esencia imperturbable; Shakespeare nos brinda la posibilidad de ser la periferia de la rueda y simultáneamente su motor inmóvil. Dichas emociones no están expresando algo muy distinto a aquellas proporciones numéricas que sustentan un edificio o una melodía, alrededor de cuyo centro se ordenan piedras y notas. Aunque para nosotros, hombres y mujeres del final de un ciclo, en que lo psicológico prima sobre otras esferas más altas del Ser, parecemos más necesitados de la catarsis provocada por una dramaturgia diseñada con sabiduría; y nos es difícil darnos cuenta de que éste es un lenguaje análogo al que describe las tensiones existentes entre los ángulos de una figura geométrica, o entre los números dentro de un cuadrado mágico, o la coreografía de formas flameantes que compone el alfabeto hebreo. Sólo desde esta perspectiva cobra verdadero sentido la tan alabada magia shakespeariana, que nada tiene que ver con veleidades fantasiosas, sino con una estructura sabia, real y efectiva fruto de un legado, de un verdadero Arte.
Y es verdad que dicha magia a menudo se sustenta no tanto en los argumentos de las obras, que Shakespeare muchas veces desarrollaba a partir de otras ya existentes o incluso de acontecimientos de su época, sino de la fuerza de su lenguaje; a veces llegamos a olvidar la trivialidad de ciertas historietas, absortos en el flujo verbal que las atraviesa. Es pues mediante la palabra como el poeta se convierte en el mago capaz de generar nuevos mundos. En Shakespeare la fuerza de la palabra es capaz en un instante de evocar imágenes cuya nitidez y carga significativa excede con mucho la palabra misma, es decir se trata de un puente, un símbolo verbal, que nos conecta de inmediato revelándolo, con aquello que por su naturaleza es indefinible.
Por otra parte el hecho de que el lenguaje se exprese a través del verso, es decir sea ritmado, contribuye también a facilitar esta comunicación con los planos más sutiles del ser, único objetivo de la verdadera magia. René Guénon remitiéndonos a la poesía primigenia nos dice en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada que la imagen en el mundo humano del “lenguaje de los pájaros” o “lengua angélica”,

es el lenguaje ritmado, pues sobre la “ciencia del ritmo” que comporta por lo demás múltiples aplicaciones, se basan en definitiva todos los medios que pueden utilizarse para entrar en comunicación con los estados superiores... Por eso también los libros sagrados están escritos en lenguaje ritmado, lo cual, como se ve, hace de ellos otra cosa que simples “poemas” en el sentido puramente profano del término; y por lo demás, la poesía no era originariamente esa vana “literatura” en que se ha convertido por una degradación cuya explicación ha de buscarse en la marcha descendente del ciclo humano, y tenía un verdadero carácter sagrado.

Los versos de Shakespeare nos recuerdan aquella función. La melodía cíclica de su recitación evoca en nosotros mundos extraños pero al mismo tiempo familiares, y nos sumerge en una atención concentrada abierta a lo alto, al silencio, al que accedemos a través de los canales de pasaje o rupturas de nivel que de repente provoca la síncopa de un cambio de ritmo, la quiebra de un compás aparentemente inesperado pero imprescindible."

Antoni Guri