Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

domingo, 7 de febrero de 2010

Destino, la Libertad


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(En escena un hombre de mediana edad. La acción transcurre en un tribunal de la inquisición española).

Señoras y señores de esta audiencia. Es mi deseo que estas palabras no sean causa de malos entendidos ni falsas interpretaciones, a pesar de que a buen seguro, ciertas personalidades que se tienen como muy ilustres y delicadas se han de sentir ofendidas, pues la verdad no siempre cae bien a todos.

(Con ironía).

Las numerosas estupideces que se han escuchado en boca de los magistrados de este respetable tribunal, cuestionan las leyes físicas y temporales, porque a mi parecer es verdaderamente insólito que majaderías tan grandes tengan cabida en una sala tan reducida y puedan ser dichas en tan breve espacio de tiempo. Pero aún me maravilla más, todo hay que decirlo, que estos letrados ocupen sus mentes con tamañas sandeces sin que les explote la cabeza como a un globo hinchado.

(Pausa).

Ciertamente vivimos tiempos de extrema convulsión. El caos gobierna el mundo pero nadie parece verlo. Seguramente esta tendencia hacia lo denso ofusca el intelecto y nubla el sentido común. No cabe extrañarse entonces de las barbaridades que se cometen en nombre de la justicia, representada por un puñado de traidores que con su verborrea pacata y sus opiniones partidistas la mancillan.

Enredar a las gentes haciéndoles creer cosas que van contra natura, no es lo que dictan las leyes divinas.

Más les valdría a sus eminencias dedicar su empeño en asemejarse a quienes humildemente buscan la Verdad, que perder el tiempo tratando de ilustrar al vulgo sobre los misterios de un Dios que de misterioso poco debe tener, pues según lo que sus elevadas personalidades predican, los asuntos de este Dios parecen ir unidos a los negocios de este mundo, de los que mira por donde sus señorías son los principales beneficiarios.

(Silencio).

(Escrutando al fondo de la sala). Las tinieblas se han tragado a sus eminencias... Al menos podían decir alguna cosa. Bueno, ya se pronunciarán ustedes como les plazca.

(Silencio).

(Cambia a un tono menos sarcástico y se pone más serio, aunque sin dejar la ironía por momentos).

El hombre, corrompido desde hace tiempo por la hipocresía y la ignorancia se ha convertido en esclavo de su propio pensamiento, tan menguado y rígido que de continuo mezcla y confunde las cosas.

Cada vez me sorprende menos ver las muchas burradas que con toda impunidad se cometen en nombre de la Libertad, la Justicia y otros principios esenciales.

Y aún voy a decir más, si a estos perros rabiosos, sospechosamente poco atraídos por lo verdaderamente divino y demasiado por lo mundano, si a estos digo, que consideran los hechos y las cosas desde una posición más bien interesada, el pueblo los designa como ejemplo de sabiduría, entonces me atrevo a decir que esta civilización está condenada a perder la vida miserablemente por su desprecio a los Dioses y a todo lo Sagrado. ¡Pero como es posible que el vulgo haya degenerado tanto y en tan poco tiempo!... ¡Pueblo embrutecido! Abrumados por esta noche oscura os habéis abandonado a la necedad. La estulticia se extiende por toda la tierra asesinando cualquier intento que se haga por revelar lo verdadero. Qué cosa tan aterradora resulta ser el olvido. Ya casi nadie recuerda el Principio, la fuente original de la vida. Las pasiones y deseos han complicado lo simple y se ha apagado la Luz. ¡Pero qué monstruoso proceder es este que pretende eliminar los fundamentos de lo Sagrado, y cuán ingenuo y estúpido es creer que ello puede hacerse!

¡Entended que la causa principal de todo padecimiento es la ignorancia! Es por ella que los hombres prefieren las tinieblas a la Luz y juzgan más útil la muerte que la Vida.

(Pausa).

Considerar si esta existencia tiene algún sentido, es causa demasiado común en una civilización como esta, en la que reina el desorden más completo. La Rueda de la Vida en su continuo girar repite constantemente sus ciclos. Observadlo y decidme si no son admirables los secretos que guarda esta cosa circular a la que estamos encadenados. Si reparáis en ello es posible que lleguéis al centro de la cuestión, donde todo es eterno... completamente original.

La forma de proceder para encontrar esta vía de perfección se halla en los Libros Sagrados, en los Mitos y Ritos que vuestra incredulidad ha rebajado a la condición de supersticiones. He aquí la medida de un intelecto estrecho.

El hombre es hecho, no se hace a sí mismo ni por sí mismo. ¡Aplicaos en conocer la causa principal de todo! Sólo así es posible que comprendáis esta ausencia siempre presente de la que hablo.

(Silencio).

Que oscuro está todo, no se ve tres en un burro.

(Pausa. Escruta la sala con la mirada).

¿No les place decir nada a sus señorías?

(Pausa).

Quien calla otorga. Continúo entonces con mi declaración.

En contra de mi voluntad, se me ha traído hasta aquí acusado de matar a un joven... ¡Valiéndome de ciertos maleficios y encantamientos!

No sé cómo han llegado a tan disparatada conclusión, pero no me extraña viniendo de unas molleras tan despejadas como las suyas.

La única prueba que me incrimina es este anillo... (enseña su dedo índice en el que lleva un anillo) que, según afirma el tribunal, es el mismo que llevaba este muchacho cuando se esfumó. No sólo se me relaciona con su desaparición, sino que además me cargan con un supuesto asesinato, imaginado por nadie sabe qué mente retorcida.

Y yo pregunto, ¿dónde están sus restos?

(Silencio).

(Comienza a relatar una historia).

Hace ya mucho tiempo, una experiencia sobrecogedora me llevó al reino de los muertos, un infierno aterrador. Y juro por lo más sagrado, que la mismísima Providencia veló por mí.

Tampoco sabría describiros en qué forma recibí protección, simplemente la Voluntad divina fue guiando mis pasos.

Al principio de aquél viaje, estaba como disuelto en sombras. ¿Cuántas veces tras un sueño profundo, os habéis despertado sin saber quienes sois, ni donde estáis? Os hablo de la pérdida de la identidad... ¡De la Muerte!

Mucho y muy grande fue el miedo que pasé. No lograba saber si estaba suspendido cabeza abajo o cabeza arriba.

Poco a poco una cosa me llevó a otra, hasta que conseguí salir de aquella situación.

Lo cierto, es que nadie en este mundo pudo consolarme durante aquél estremecimiento y eso me dio que pensar.

No podía imaginar que algo misterioso se estaba operando en mi interior. Una fuerza dominante que me impulsaba a buscar, como un secreto compromiso grabado a fuego en mi propio ser, siempre descontento ante cualquier visión acomodada.

¿Qué valor hay en querer conservar lo que se conoce cuando es una miseria? ¿Por qué poner tanto interés en retener aquello que mata la vida?

Algo muy poderoso se resiste a morir y cuando finalmente parece que va a disolverse en la nada más aterradora, canta un gallo que indica la inminente salida del Astro Rey.

(Canta imitando el canto del gallo y bruscamente da una palmada).

¡¡Despierten sus señorías!!... ¿Están amodorrados?

(Como atisbando en la oscuridad).

¡Den la bienvenida al Gallo de Hermes que anuncia la Luz del nuevo día!

¿Por dónde iba?...

Un día, cayó entre mis manos un libro sobre Alquimia. Aún guardo en la memoria una imagen... aquella figura sentada sobre un trono, con el sol en su cara, emanaba rayos de luz, unos ondulados y otros rectos. Esos ojos mirándome de frente con serenidad me hablaron en silencio sobre las cosas del cielo y de la tierra, de lo invisible y lo visible, y de un principio único del que proviene todo y al que todo retorna.

Hoy, esta imagen se funde con la de alguien a quien tengo en alta y recta consideración, un Hombre, un Mago cuya mirada transmite calladamente la magnitud de lo que no puede ser nombrado; contiene la certeza de que todo es un misterio, que no hay nada que buscar porque todas las cosas Son desde siempre.

Esos ojos chispeantes me recuerdan que en el fondo la vida es muy cómica.

(Tras unos instantes en silencio absorto en sí mismo, comienza a hablar sobresaltado).

Señoras y señores de esta audiencia, poco más me queda por decir, pero ya que siguen sin pronunciarse acerca de la acusación que pesa sobre mí, les ayudaré a formular un veredicto.

(Enseña su dedo índice en el que lleva un anillo).

Efectivamente, este anillo pertenece a aquél muchacho desaparecido. ¿Que cómo lo sé? Porque una vez soñé que era él.

(Pausa).

La Providencia me ha traído hasta aquí.

Aquella imperiosa necesidad de encontrarle un sentido a la existencia fue como una muerte. ¿Saben sus señorías de qué hablo?

Una operación que da la Vida... Con este acto sagrado la individualidad es asesinada.

Yo fui la víctima y el asesino.

(Telón).

Carlos Alcolea

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