Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

martes, 27 de julio de 2010

La Encrucijada

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(En escena, una mujer vestida de negro. Está sentada en un taburete alto, de cara al público).

Permanentemente en la encrucijada. Obviedad de la Gracia divina que nos tiene reservada siempre la gran oportunidad; oculta tras el rostro invisible de Jano, imagen misma de la templanza que nos observa desde lo alto, impertérrito, imperturbable, absolutamente inmóvil en el centro de la rueda del devenir.

Desde mi humilde condición mortal sigo debatiéndome entre derecha e izquierda, olvidando una vez más que en el eje que me atraviesa se esconde la clave de la salida del laberinto de mi alma, la cual sigue transformándose al ritmo de una danza extática que marca los límites de la existencia.¡Despierta!(chasqueando los dedos).

En ese único punto, invisible, que señala el centro de la cruz, mi corazón, se desarrolla todo el periplo. Nuestro viaje empieza y acaba en ese punto tan diminuto que tiene la inmensidad de la nada absoluta. Toda una lección de humildad que le pone a uno en su sitio, ¿verdad? (implicando al espectador).

(Para sí). Precisamente en ese punto, que es en realidad cualquier punto, está la posibilidad de mi realización. Llegar a mi máxima expresión, pasando del 1 al 10 para volverme a concentrar del 10 al 1, cerrando el ciclo. (Mirando al público). Sin perder de vista que todo ello se realiza desde la Nada, el vacío que lo incluye todo, la gran matriz oscura de donde todo parte y a donde todo vuelve indefectiblemente, y que se halla detrás de este punto luminoso que es y no es. (encogiendo los hombros, divertida por la paradoja).

La existencia se desarrolla en él como un espectáculo de sombras chinescas que cobran una vida aparentemente independiente en la pantalla que nos rodea. Proyecciones espectrales de nosotros mismos que alimentan nuestra soberbia ignorancia ¡que pretende ir por libre! (burlona). 360º de espectáculo permanente que atrae y dispersa nuestra atención, desviándola peligrosamente de lo único que realmente importa: uno mismo.

Una pausa, un silencio, una muerte: la clave para recuperar la concentración, para recolocarse en el centro y poder contemplar el movimiento desde la inmovilidad, para observar el espectáculo desde la platea, lo cual me permite dirigir simultáneamente mi actuación sin tener que implicarme directamente en ella.

(Sorprendida y divertida, señalando a ningún sitio). Y distingo a todos los dioses actuando en ese diminuto espacio, luchando, atrayéndose, copulando. Expandiéndose y contrayéndose dentro de mi fecundo vientre, que al cabo de nueve lunas dará nacimiento a un nuevo ser, una nueva posibilidad, fruto de la unión de mi Sol y mi Luna, trama y urdimbre de esta mágica encrucijada, mi niño alquímico radiante de Luz: luz que cura, que fecunda, que alimenta.

Y es que a pesar de mi terrible ignorancia, el paraíso siempre estuvo aquí, en esta intersección donde se cruzan dioses y mortales, Cielo y Tierra. Desde el centro de mi eterno dilema, Jano me guiña un ojo anunciándome que mi liberación está al otro lado del espejo, esperando pacientemente que recuerde, que se unan mi izquierda y mi derecha en un solo corazón.

Y descubro que soy a la vez el brillante y la luz que éste refleja.

(Telón).

Ana Contreras

martes, 13 de julio de 2010

Reseña de "EL TESORO DE VALLS"

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El sábado 10 de julio asistimos en las Cotxeres Borrell de Barcelona al estreno de una nueva pieza teatral de Federico González: “El Tesoro de Valls”. Hemos de destacar en primer lugar el excelente trabajo de los actores de la Colegiata Marsilio Ficino, que encabezados por Carlos Alcolea en el papel de protagonista principal dieron vida a unos personajes de los que han sabido extraer todos sus matices y posibilidades, lo cual habla también del trabajo realizado por su director, el propio Federico González, un trabajo que asimismo se deja ver en la excelente puesta en escena, que es sin duda uno de los grandes logros conseguidos en esta obra. Una obra donde, como en las anteriores, se percibe nítidamente que hay una comprensión del personaje que a cada actor le toca interpretar, o mejor encarnar, pues se trata precisamente de personificar esa comprensión, de “ritualizarla” podríamos decir, dotando de veracidad su actuación. Se cumple así el objetivo primordial de transmitir al público el sentido, o los múltiples sentidos, de la obra interpretada. El actor es un intermediario, y de esto son muy conscientes todos los que conforman la Colegiata Marsilio Ficino, que saben de los orígenes sagrados del teatro, pues son receptores de una enseñanza metafísica y cosmogónica que toma a las artes escénicas como un soporte para poder expresarla. No en vano, dentro del Teatro de la Memoria que practica la Colegiata, y que constituye sus señas de identidad, está el de recordarnos en cada pieza esos orígenes.

Toda la magia del teatro se hizo presente esa noche veraniega con “El Tesoro de Valls”. Los actores consiguieron atrapar al espectador en una trama sutilmente urdida por sus diálogos, tanto hablados como gestuales. ¿Quién de los espectadores que acudieron a la función no llegó en algún momento a identificarse con el atribulado e infeliz Sr. Valls? Las situaciones y diálogos muchas veces disparatados y cómicos, aunque transgresores en su mordacidad y propios del teatro del absurdo, no sólo encubren un mensaje subyacente en esa trama, sino que son los vehículos que lo hacen aflorar. Ese mensaje es de índole alquímica. Pero no quiere esto decir que “El Tesoro de Valls” sea una obra alquímica en el sentido estricto del término, es decir que a través de su desarrollo se vayan articulando las diferentes etapas de un proceso de purificación que desemboque en el renacimiento espiritual. Se trataría más bien de reflejar un momento de ese proceso, a saber: la disolución de ciertos nudos psicológicos que impiden el reconocimiento de otras posibilidades y estados más elevados dentro de nosotros mismos, en este caso del protagonista, que ve cómo la seguridad de su pequeño y mezquino mundo (representado por ese “tesoro” exclusivamente material) se va diluyendo conforme asiste, bajo una extraña mezcla de atracción-repulsión, a la “tortura” a la que le someten todo ese increíble personal de servicio del hotel con sus respectivos roles sociales (el sastre y su ayudante, el joyero/florista, la camarera, la doctora, el sacerdote mujer, las dos conserjes, la rigurosa del departamento de “modales y buenas maneras”), algunos muy de hoy en día (como es el caso del “socio” gay, de la doctora “alternativa”, de la surrealista señorita de “turismo y bellezas naturales” que describe distintos lugares de una geografía dantesca e inquietante), y que con sus constantes entradas y salidas de la habitación van marcando una cadencia rítmica (que acaba por cristalizar en un solo continuo) que mantiene una permanente atención y tensión en el espectador, cuestión que es muy difícil de lograr en una obra de teatro, y todavía más cuando como es el caso dura una hora y media aproximadamente.
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Esto es debido no sólo a la excelente puesta en escena como ya dijimos, sino también al contenido del propio texto, a su calidad literaria rica en matices, sugerencias y lecturas varias, y que se ahorma en torno a una serie de ideas-fuerza que a modo de pequeñas pero potentes píldoras estructuran intelectualmente el discurrir de su discurso. Por ejemplo, cuando el socio gay afirma enfáticamente que “desde el siglo XVIII Dios ha muerto”, y que esto ha dado rienda suelta a los bajos instintos, que “son un triunfo de la modernidad”, para la que efectivamente “no hay otros instintos que los bajos”. Precisamente esa hipotética defunción, certificada por la filosofía racionalista, ha dejado inerme al hombre de hoy en día, que efectivamente sólo reconoce sus bajos instintos ante la desaparición de su horizonte mental de la idea de un Principio de orden superior, que no necesariamente ha de ser religioso.

En ese mismo diálogo hay una referencia a “la moda juvenil”, que bajo el oropel de su engañoso colorido se esconde toda una tendencia de nuestro tiempo hacia la frivolidad y la puerilidad, lo que ha dado como resultado un pensamiento anodino que asiste impasible a la destrucción, o “deconstrucción” (palabra curiosamente también muy de moda) de los pocos valores que todavía quedan en nuestro mundo.

Hay un momento al final de la obra en que, abrumado por la que cree pérdida irreparable de su tesoro, Valls parece recobrar la lucidez en forma del recuerdo de sus antiguas inquietudes hacia la búsqueda interior y ve ahí una oportunidad de recuperar el tiempo perdido; pero todo eso se desvanece cuando aparece nuevamente ese tesoro material, resumen de todas sus fantasías, con las que se identifica. Es el destino trágico del hombre moderno, o posmoderno, tanto da, que se encuentra ante la imposibilidad de ser, en un mundo que como él va ineluctablemente a la deriva. Ni siquiera la “Medicina Universal” (o sea la curación por el Conocimiento, el auténtico tesoro) que le administra la doctora -quien le urge a confiar en esa Medicina y que “tenga un poco de paciencia” (virtud alquímica)-, tiene efecto alguno sobre ese desdichado, que prefiere aferrarse a la ilusión del “hombre viejo” antes de afrontar la prodigiosa aventura de parir al “hombre nuevo”. Federico González nos pone así frente al espejo de nuestras propias mezquindades y tonteras, que no son sino personificaciones de los estados inferiores, y así, al igual que los borregos del rebaño, vamos resignados hacia el matadero de todas las esperanzas. Pero existe la posibilidad de escapar de ese callejón sin salida si hacemos justamente lo contrario del protagonista: que ante el recuerdo, aun impreciso, de lo que es nuestro verdadero tesoro apostemos todo a él dejándonos arrebatar por sus efluvios sutiles e intangibles, aceptándolo sin más en nuestro corazón. “Pon tu tesoro donde está tu corazón”.



Francisco Ariza

miércoles, 7 de julio de 2010

Estreno de "El Tesoro de Valls"

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Teatro de la Memoria presenta
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EL TESORO DE VALLS
de Federico González Frías
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Cotxeres Borrell (c/Viladomat 2-8, Barcelona)
Sábado 10 de julio de 2010 a las 20 h
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Nos es muy grato anunciarle el estreno en sesión única de la obra teatral "El Tesoro de Valls", pieza en dos actos escrita por Federico González Frías. La actuación correrá a cargo de la Colegiata Marsilio Ficino y estará dirigida por Federico González.
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"El Sr. Valls (en quien cualquiera de los actores y espectadores de la obra puede advertir aspectos de su propia individualidad) llega al lujoso hotel donde ha planeado celebrar sus bodas de plata. Por su habitación empiezan a desfilar personajes disparatados que van tejiendo de manera casi imperceptible una red cada vez más densa en torno al protagonista y su tesoro, aquello que cree que es y posee y que se halla depositado en la caja fuerte de su cuarto. Los hilos de esa red tienen nombres concretos: moda, esnobismo, glamour, prácticas salutíferas de diverso orden (como por ejemplo el fitness compulsivo), modales y buenas maneras, la religión, lo convenido socialmente, el sentimentalismo… Una red que acaba envolviendo a Valls por completo y lo oprime asfixiándolo. En un instante dado, cree haber sido víctima de un expolio a manos del personal del hotel y haberlo perdido todo. ¿Será esa la gran oportunidad de su vida?"

Las localidades estarán a la venta en Cotxeres Borrell a su precio nominal (10 €) el mismo día del espectáculo desde una hora antes del inicio de éste. También puede adquirirlas anticipadamente en el portal de internet Atrapalo.com con un 30% de descuento a través del siguiente enlace:



Esperamos contar con su compañía.
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jueves, 1 de julio de 2010

MINUTA

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Durante los ensayos de “El Tesoro de Valls”, Federico González nuestro fundador y director, nos ha ido recordando en forma de “Minuta” algunos de los principios rectores que conforman nuestra estructura, basada en el Teatro de la Memoria, que es el fundamento de nuestra existencia como grupo y su método de trabajo, y que sintetizamos a continuación.

a) El nuestro es un teatro para actores y eso es fundamentalmente, ya que si fuera para espectadores no se distinguiría del simple teatro sin pretensiones gnoseológicas, como es el nuestro, nacido en una escuela de Conocimiento, y que pretende de ese modo prolongar una experiencia nueva a quien se sigue interesando en ello.

b) Desde luego que ya todos ustedes saben que esto de la memoria está en relación con otras cosas, que no expondremos ahora y que ya hemos tocado en otras oportunidades, y no con una simple función mnemotécnica, sino con la anamnesis platónica; lo cual no quita que se conozcan la pieza al pie de la letra. Cualquier nuevo interesado puede consultar el material anterior de la Colegiata.

c) Al ser de este modo nuestra forma de encarar el teatro, el actor debe situarse perfectamente en el papel que le ha tocado interpretar, poniendo su intensidad en muñirse de todos los elementos de cualquier tipo para:

1. Comprender su personaje
2. Entender la obra
3. Ubicar a su personaje dentro de la misma.

Desde luego que esto se logra con permanentes ensayos, practicando en cualquier tiempo y lugar, al margen de los grupales.

d) Por eso preferimos que las interpretaciones salgan de dentro de los actores y no les sea impuesta por los límites de la dirección, sobre todo, como hemos dicho al comienzo, cuando el destinatario de la obra teatral y su representación está dirigida a los actores que intervienen en ella.

TODA LA PUESTA EN ESCENA Y LA ACTUACIÓN DE LA OBRA ESTÁ EN EL ESTUDIO DE LA OBRA MISMA.


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Algunos detalles a considerar sobre "El Tesoro de Valls".

– No hay psicología y por lo tanto no hay personajes.
– Tampoco hay una historia dramática, no se está narrando nada.
– Si no hay ni trama ni psicología, la interacción entre personajes es casi nula, meramente anecdótica, circunstancial. Por lo que, el texto y su desarrollo, aunque disparatado, sea lo importante. Entendiendo esto por lo que subyace en el discurso. Por eso, sí es un teatro de situaciones, en las que no hay buenos ni malos, y los papeles son ambiguos e incluso paradojales o contradictorios como somos todos nosotros.

La comprensión del texto es fundamental (como es igualmente no declamarlo), aunque el público no “entienda” nada; en todo caso, si hay alguna pregunta sobre qué es lo que se dice, es lícito responder que el autor también lo ignora, aunque cree que su contenido es pluridimensional.

Todos son primeros actores, y la armonía y la alegría por trabajar juntos ha sido una constante en La Colegiata; también la risa y la idea de la realización de un trabajo otro, confiando en mecanismos subliminales y ¿por qué no mágicos, al fin…?
Es claro, hay una idea básica que desencadena todo, y todo allí converge: "El Tesoro de Valls", pero eso ya está sintetizado en el título.

No hay modelos, y a los personajes debe construirlos en última instancia, el intérprete; ese fue el caso de "En el Útero del Cosmos", teatralización de un libro de poemas en prosa.

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Al finalizar el anterior escrito sentí que me había quedado un término afuera: ritmo.

Efectivamente el ritmo es la clave de esta pieza que, sin él, sería completamente otra cosa.
Pues necesita brillo, rapidez en los movimientos e intensidad (aunque no melodramática) en el juego de los parlamentos.

De hecho, el espacio donde sucede la acción y el elevado número de personajes, dificultaría la puesta si no fuera por que tuviéramos calculado –con ritmo– las entradas y salidas escénicas (incluidos muebles y actores con quienes se pudiera tropezar).

Por otra parte la palabra siempre ha sido considerada mágica por todas las culturas y sus encadenamientos formando un lenguaje es la articulación del rito y aún de las primeras sílabas donde ya todo está contenido, tal el AUM primordial de la Tradición Hindú.

Por lo que perderse en el lenguaje es sumarse a una ceremonia que terminará organizándose a sí misma por el poder de la palabra, más cuando en nuestro caso nos dedicamos a los símbolos y ahora estamos trabajando con símbolos en acción que, por definición, son multifacéticos.


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Y por último recordar que la nuestra es una forma de hacer teatro, que La Colegiata ha hecho suya y que tiene estas características fundamentales:

– No sobre actuar (no gesticular ni levantar la voz en extremo).
– No hacer como que se está actuando sino interpretar naturalmente.
– No tenemos que complacer al público como finalidad sino estar satisfechos con el trabajo que hemos realizado.
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