Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

viernes, 25 de febrero de 2011

Máscara

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Máscara en latín es persona, ¿somos pues una máscara?
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Ciertamente eso parece si por persona entendemos sólo el componente psicofísico que nos circunscribe y con el que nos sentimos tan identificados. Aquel individuo en el que estamos cómodamente instalados, al que aplaudimos por su perfil único, pretendidamente forjado gracias a nuestros esfuerzos y particular genialidad, y al que paradójicamente a menudo compadecemos por no cumplir nuestras aspiraciones, nuestras justas reivindicaciones.

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Este personaje es entonces algo intercambiable, que muta según las circunstancias adaptándose a los distintos roles que en cada momento cabe desempeñar, un utensilio de quita y pon, una máscara para cada “yo”, para cada estado de ánimo, cada deseo, cada proyección.
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Pero, ¿hay algo detrás de la máscara? ¿Qué?
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La Tradición nos dice que precisamente en este interrogante reside nuestra verdadera identidad. Somos más el ámbito desconocido que subyace tras las apariencias, que no estas mismas apariencias percibidas directamente por los sentidos. Más el misterio que no aquello reflejado en la obviedad de nuestra psique. Más el vacío que la cáscara.
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El teatro tradicional, (y en especial el romano cuyas máscaras nos ilustran), transmisor de estas verdades, le ofrece al actor la oportunidad de advertir este vacío, este misterio, al mismo tiempo que experimenta cada una de las posibilidades: será el héroe y el traidor, el noble y el esbirro, incluso la hembra y el varón, y siendo cada máscara no será ninguna de ellas. Interpretando cualquier papel, es decir desde cualquier punto de la periferia de la obra, de sí mismo, contribuirá con su arrojo a la experiencia de aquel centro que prohíja todas las caracterizaciones, las que encarnadas con rigor y a través de las tensiones generadas nos devolverán reequilibrándose a su origen, a la conciencia de la unidad y de lo que está más allá de ella.
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