Recientemente hemos tenido oportunidad de ver a la Colegiata Marsilio Ficino ensayando una nueva obra de su director: Federico González Frías, El Tesoro de Valls. Esta es su cuarta obra teatral que la Colegiata lleva a escena; en ella, al igual que En el Utero del Cosmos y en Lunas Indefinidas, vemos reflejado el proceso alquímico de forma novedosa y sorprendente. En esta ocasión en concreto, este es simbolizado por las experiencias a que se ve sujeto el protagonista, en buena parte a pesar de sí mismo.
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El Sr. Valls, atrapado en la paranoia de perder su “Tesoro”, es sometido a tortura –disfrazada de amabilidad y atenciones– por el personal del hotel en que se aloja. Nada más llegar a su habitación su intimidad es violada reiteradamente por botones, camareras, conserjes, sastres, floristas, joyeros, vendedores de turismo, médicos, oficial y alternativo, por el chef y alguno más. Finalmente por el servicio sacerdotal del hotel. Un desfile de personajes que reclama su atención y a los que es incapaz de negarse, al menos no lo suficiente como para librarse de ellos.
El Sr. Valls, atrapado en la paranoia de perder su “Tesoro”, es sometido a tortura –disfrazada de amabilidad y atenciones– por el personal del hotel en que se aloja. Nada más llegar a su habitación su intimidad es violada reiteradamente por botones, camareras, conserjes, sastres, floristas, joyeros, vendedores de turismo, médicos, oficial y alternativo, por el chef y alguno más. Finalmente por el servicio sacerdotal del hotel. Un desfile de personajes que reclama su atención y a los que es incapaz de negarse, al menos no lo suficiente como para librarse de ellos.
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En un momento dado, en el colmo de la impertinencia y el avasallamiento más descarado, dos de los personajes de esa corte: una mujer desairada y una oficialista feminista que dice ser la señora del departamento de Modales y Buenas Maneras, acaban con la paciencia de Valls, por no decir que casi acaban con el mismo Sr. Valls. La locura a la que es sometido, junto a la paranoia a perder “Su Tesoro”, le arrojan contra las cuerdas y estalla, confesando por teléfono a su mujer que lo ha perdido todo. Y la cosa se agrava, pues al confesarle su completo derrumbe su misma esposa que parecía ser hasta entonces, una tabla de salvación en medio de aquel vaivén, se vuelve también contra él.
En un momento dado, en el colmo de la impertinencia y el avasallamiento más descarado, dos de los personajes de esa corte: una mujer desairada y una oficialista feminista que dice ser la señora del departamento de Modales y Buenas Maneras, acaban con la paciencia de Valls, por no decir que casi acaban con el mismo Sr. Valls. La locura a la que es sometido, junto a la paranoia a perder “Su Tesoro”, le arrojan contra las cuerdas y estalla, confesando por teléfono a su mujer que lo ha perdido todo. Y la cosa se agrava, pues al confesarle su completo derrumbe su misma esposa que parecía ser hasta entonces, una tabla de salvación en medio de aquel vaivén, se vuelve también contra él.
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Y el espectador, que se ha reído a gusto con todas las anécdotas forjadas por el desfile del personal del hotel, relajado y expandido, se ve de pronto aferrado y tragado por la agonía del protagonista. Logrando las reflexiones de éste abrir una brecha o mejor producir una ruptura de nivel llevando la atención a un cuestionamiento interno con el que el espectador no puede dejar de identificarse.
Y el espectador, que se ha reído a gusto con todas las anécdotas forjadas por el desfile del personal del hotel, relajado y expandido, se ve de pronto aferrado y tragado por la agonía del protagonista. Logrando las reflexiones de éste abrir una brecha o mejor producir una ruptura de nivel llevando la atención a un cuestionamiento interno con el que el espectador no puede dejar de identificarse.
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Finalmente el conserje le descubre que todo su sufrimiento y preocupación por “Su Tesoro” ha sido en vano pues este se encuentra donde siempre ha estado y sólo los fantasmas de su mente le han hecho creer que se lo habían robado, lo que nos recuerda la frase: “No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.”[1] Como dice uno de los personajes de la obra:[2] “Donde está tu Tesoro pon allí tu corazón.”
Finalmente el conserje le descubre que todo su sufrimiento y preocupación por “Su Tesoro” ha sido en vano pues este se encuentra donde siempre ha estado y sólo los fantasmas de su mente le han hecho creer que se lo habían robado, lo que nos recuerda la frase: “No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben.”[1] Como dice uno de los personajes de la obra:[2] “Donde está tu Tesoro pon allí tu corazón.”
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La obra tiene mucho humor y la buena interpretación que llevan a cabo los actores de la Colegiata, ayuda a su comprensión. Federico González, ha logrado expresar todo un proceso complejo, alquímico, como decíamos al principio, apoyándose en unas anédoctas cotidianas y aparentemente no trascendentes. Brindamos por su maestría y su saber hacer, capaz de descender a lo más cotidiano lo sublime.
Esperamos que los lectores de este blog no se pierdan el estreno que será, Dios mediante, el día 10 de julio en Cotxeres Borrell.
La obra tiene mucho humor y la buena interpretación que llevan a cabo los actores de la Colegiata, ayuda a su comprensión. Federico González, ha logrado expresar todo un proceso complejo, alquímico, como decíamos al principio, apoyándose en unas anédoctas cotidianas y aparentemente no trascendentes. Brindamos por su maestría y su saber hacer, capaz de descender a lo más cotidiano lo sublime.
Esperamos que los lectores de este blog no se pierdan el estreno que será, Dios mediante, el día 10 de julio en Cotxeres Borrell.
M. V. Espín
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