Crítica del estreno de Lunas Indefinidas en Cotxeres Borrell:
Lunas Indefinidas de Federico González es una obra extraordinaria. Si decimos que los misterios no son sólo los de la "antigüedad" sino que siempre son una adaptación del mito que utiliza las imágenes cotidianas para transformar nuestra conciencia, quizá a alguien le parezca exagerado, pero esta obra nos lleva al vacío de nuestra propia nada mientras que al mismo tiempo un metalenguaje nos está haciendo presente que más allá de nuestros prejuicios hay un orden extraño que se nos escapa porque no podemos poseerlo, pero nos damos cuenta de que estamos inmersos en él, que nos está incluyendo y hablando de nosotros mismos, tan en primera persona como nos permitamos aceptarlo. De lo poco que se sabe literalmente de los misterios de Eleusis, por ejemplo, hay una frase, que dice entre alguna cosa más, "he tomado del cesto y he puesto en la canasta, y he tomado de la canasta y devuelto al cesto" lo que significa lo mismo que separar para unir, establecer un orden como vehículo para reconocer el cosmos y abandonarlo. Los elementos de los misterios pueden ser tan cotidianos como un grano de trigo para los griegos, pero su disposición, lo que sucede con ellos, abre brechas en la percepción, y lo mismo sucede con la palabra; el hierofante, el que muestra los símbolos, lleva a cabo su función y un lenguaje comienza a hablar de lo inefable.
Aquí el lugar, el espacio escenográfico-temático, es tan aparentemente loco como una escuela de conocimiento en forma de clínica con médicos y enfermeras, y sin embargo la medicina es parte de la función de Hermes, o de su hijo Asclepio, o de su hermano Apolo con quien intercambia dones: la cítara con la que éste pulsa la armonía de las estrellas (externas o internas) y la vara de oro con la que Hermes conjuga opuestos y contradicciones. Muchos asistentes nos hemos reído en forma, unos en unas ocasiones y otros en otras, y más unos en esta y otros en aquella, y sin embargo esto es, o incluye, un drama tremendo: de hecho las desgracias, torturas e injusticias y que asolan este mundo son desde cierto punto de vista sólo un símbolo de dicho drama: aunque se sea "feliz" –por cierto lo peor que según la escuela le puede ocurrir a cualquiera de los candidatos– el destino del que no se entera, o no se entrega, es la inmersión en el completo olvido, pasando por un retorno al sueño si es que alguna vez se ha llegado a salir de él. Pero es que son muchos los aspectos, matices y anécdotas condensados en la función, y como dice un extracto de Estobeo (pertenecen al Corpus Hermeticum), los dioses han recibido en participación a los hombres y por eso en nosotros las lágrimas son Cronos, la cólera Marte, el amor la de Pafos, etc. y la risa el Sol, porque por él ríen el universo y las demás estrellas. Lo que puede entenderse porque es el dador de la luz, el calor y la vida, pero más aún porque en el centro, donde se entrelazan todos los colores, todo es posible, también la liberación. Como las dos obras anteriores del mismo autor, esta es un compendio sintético de enseñanza hermética, ¿qué iba a ser, una cosita literaria para el consumo? Aunque aquí tipo escrita en clave, aunque quizá no tanto, tal vez sólo en una primera audición pues es mucho lo que hay que asimilar, lo que queremos decir es que, quizá por los tiempos en que vivimos, va directamente a recordarle al espectador que el hombre es una imagen de la Posibilidad, y que esto involucra su existencia lo cual debería tomar verdaderamente en serio, pues viene a ser solamente un espacio entre dos olvidos.
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Llaman a la puerta y comienza la primera parte, el primero de tres casos clínicos, que a bote pronto podemos relacionar con el aprendiz de una escuela de conocimiento, aunque éste parece difícil que pase de simple profano. Es alguien que ni siquiera oye lo que le dicen –aunque le señalen este hecho (y que el Pájaro de Fuego que renace de sus cenizas es el Fénix y no el ballet de Sravinsky), y lo haga la doctora Ester que parece pertenecer a un espacio redondo, esférico, como de un jardín de El Bosco, no se sabe si encerrada en él o generándolo–, el candidato siempre habla de lo que tiene, su único afán es no perder el control en los medios que le ha dado su profesión de escritor, de crítico reconocido, y no quiere que se le vaya a escapar este ramo de los progresos en la sabiduría, de alguna manera se le movía el suelo y quiere poder decir que ha experimentado el reconocido método del profesor, seguramente tener un diploma, aunque también no apartarse del camino recto del que temía alejarse, al que identifica con la estabilidad familiar y social, arduamente recuperada después de una crisis existencial de hace años.
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Teme no saber responder a cualquier pregunta, hasta miente de modo colegial y piensa que su historia es lo más importante del mundo y debe ser atendida. Aunque se le aplica el taladro de la verdad no se entera de nada, y no sabemos qué será de él cuando acepta libremente seguir con el método del profesor, del que está seguro obtener buenos resultados. "Sopesa los pros y los contras" sin tener idea de qué se trata, aunque afirma que es muy profundo lo que ha oído de aquellos "conectados con las altas esferas" a quienes disculpa por convalecientes. El pobre Adán –quizá un auténtico delincuente– probablemente ni se imagina que podría tener que transmutar en andrógino.
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Ha cambiado el decorado y el segundo caso es alguien que empezó el tratamiento hace unos años y se confiesa enfermo de exilio, se puede morir de eso, igual que de ausencia, y esa angustia que sufre tiene que ver con el amor, como toda pasión.
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Pero está en manos del Dr. Chuleta, esa auténtica "comadrona hijo de puta" que tiene por misión alumbrarle, darle a luz, y que sólo tiene obligaciones, pues encarna esa cadena de analogías de la que Puf está totalmente exiliado, todavía pensando que el proceso es lineal, aprendiendo que es vertical, que funciona "por inmersión directa en la sabiduría", situación que llega a su clímax cuando ingiere el elixir de los últimos tiempos y se acuesta en la camilla mientras le enseñan los intervalos musicales de la aritmética, los números naturales, y de pronto ve el sueño en su vigilia o la vigilia en su sueño y todo el tiempo en la curvatura de una copa de cristal; podría decirse que está en el 'bardo', en ese estado intermedio de luces y sombras en el que lucha consigo mismo y contra todo pues sólo ve en la realidad 'exterior' la imagen de sus personajes internos, a los que rechaza confundiendo con ellos a los necesitados.
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Está condenado a no volver a nacer, al olvido final, aunque no se sabe pues "el continuo es indefinido" canta el coro de ultratumba, y es que incluso entre los pálidos reflejos brilla el símbolo, especialmente cuando, como dice Dante, se ha "abandonado toda esperanza" según es propio de la entrada en el infierno. Por la enfermera sabemos que Puf salió por la puerta de atrás con la conciencia y determinación de cambiar su vida y prometiendo volver al siguiente martes, como de costumbre.
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Como decíamos antes hay que embadurnarse entero, inmersionar sin miedo, dejarse penetrar por esta dramaturgia con apariencia de comedia para poder escuchar todas sus notas, para poder intuir que todo lo que creemos ser es pura imaginación, por el simple hecho de que el verdadero sujeto nos es desconocido, como es natural, ya que se trata de un Sujeto universal; pero, si al mismo tiempo es la única realidad posible y la cadena de analogías depende en última y primera instancia de su Presencia, el método es infalible aunque sea inefable, o actúe como aparente broma, o de maneras contradictorias. Parece que lo que cuesta es entrar solo a la Cámara oscura del Conocimiento, aunque sea fácil a priori asentir con el doctor a que "el hombre nace desnudo y muere desnudo". Se nos ha demostrado que la realidad es ilusoria, lo que interesa son los hilos detrás de la escena, y estos no son sino vehículos.
El continuo es indefinido, lo que interesa es la irrupción en lo vertical.
Al terminar, autor y actores tuvieron que salir a escena varias veces ante los continuados aplausos de la asistencia, de unas 60 personas, algo un poco sorprendente para los tiempos que corren. Alguna voz decía curiosamente: ¡otra, otra! Se sabe que ya están preparando El Tesoro del Sr. Valls.
J. M. Río
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