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El pasado jueves 4 de marzo Carlos Alcolea, subdirector de la Colegiata Marsilio Ficino, impartió su conferencia "Teatro, Vehículo de Conocimiento" en el CES de Barcelona días después de haberlo hecho en el CES de Zaragoza.
Tomó la palabra recitando con ímpetu el monólogo de Segismundo en La Vida es Sueño, lo cual bastó para hacernos olvidar la representación rasante en la que comúnmente estamos comprometidos, para conectar de inmediato con la magia del Teatro entendido como vehículo de conocimiento, un soporte que en sí mismo contiene la idea de que la vida es ilusión, o como muchos autores han proclamado, un sueño, una realidad menor que se encuentra circunscrita a lo ilimitado. También un modelo válido para comprender que los condicionamientos y restricciones inherentes a la propia existencia, son puertas a lo indeterminado. O sea, que desde esta perspectiva, el hombre puede ser visto como un actor al que no le queda otra que actuar, dada su ubicación en este gran escenario que es el mundo, y a través de la propia actuación, comprender que existe la posibilidad de superar los límites que enmarcan lo manifestado, incluyendo la individualidad. Recordándonos pues que nuestra representación en la vida puede no ser absurda sino significativa.
Para ello y durante una hora aproximadamente nos fue desvelando distintos aspectos de este mundo que a muchos nos fascina desde siempre, incluso desde antes de comprender el porqué. Lo hizo de la mano de fragmentos de distintas obras de Shakespeare en los que la inteligencia y la magia se hacen una sola cosa, poniendo palabras a lo inefable.
A partir de El Mercader de Venecia conocimos como la poesía implícita en la propia estructura de estas ideas, encuentra eco en todos los mundos o planos, conformando una composición armoniosa que sobrepasa la audición física. Como una música que emanada por las potencias celestes resuena en el interior del hombre de forma tan sutil como imperceptible para los sentidos, que sólo captan impresiones sensibles. Por ello, difícilmente se pueden llegar a percibir estos acordes divinos si no es por la contemplación, un estado de carácter interior, a través del cual puede experimentarse el sonido inaudible del infinito. En efecto, el ser individual tan atraído por las formas exteriores, ha perdido la noción esencial de las cosas y ya no se ve como lo que siempre ha sido: un reflejo del Ser Universal. Vivificar este estado supone vibrar al mismo tono que marca el diapasón divino.
A través del bufón que aparece en El Rey Lear vimos como la sabiduría aparece oculta tras la apariencia de la locura. Con Julio César se subrayó la posición de aquél que ubicado en el centro de la rueda cósmica se gobierna a sí mismo, gobierna el mundo. Con Romeo y Julieta la alquimia del Amor y con palabras de Macbeth sentimos el desgarro de quien incapaz de salir de su ignorancia sólo accede a la cara atroz de la existencia: la vida es una sombra tan sólo, que transcurre; un pobre actor que, orgulloso, consume su turno sobre el escenario para jamás volver a ser oído. Es una historia contada por un necio, llena de ruido y furia, que nada significa.
El bardo fue hilvanando un discurso engarzando analogías y abriendo puertas para la meditación. Y si bien este discurso emanó directo y generoso del ámbito de las ideas, del conocimiento intelectual, también estuvo firmemente fundamentado en la experiencia, pues Carlos desde hace muchos años se dedica profesionalmente al teatro y por ello conoce en profundidad sus entresijos, no sólo sobre el escenario sino también detrás de él. Fue denunciando como el mundo moderno ha contaminado este noble oficio encorsetando cuando no corrompiendo la labor de autores teatrales, directores y actores que han olvidado lo que en verdad tienen entre manos.
Aunque hoy en día todavía hay quien intuye que la existencia ha de esconder otros aspectos que permanecen ocultos bajo la superficie, sumergidos en las profundas aguas del saber. Y estimulado por este presentimiento comienza a buscar. Si su intención es genuina, a medida que se adentre en el camino del Conocimiento encontrará más certezas que le reafirmen en esa búsqueda. Y entonces es muy probable que comience a ver con claridad, o dicho de otro modo, a comprender que todos formamos parte de lo que podría compararse con una representación teatral.
Los aplausos prorrumpieron en agradecimiento, y el actor que anida en cada uno de los allí presentes se sintió reafirmado en su auténtica vocación.
A.G.
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