Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

viernes, 3 de junio de 2011

Poco antes del estreno de

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EN EL TREN

Escrita y dirigida por Federico González


Interpretada por La Colegiata


Cotxeres Borrell (C/Viladomat 2-8, Barcelona)


Domingo, 5 de junio de 2011 a las 19h


Nos llega este texto de M. Victoria Espín que publicamos sin demora:


El Teatro, es un arte vinculado especialmente a dos de las nueve musas: Melpómene, a la que se relaciona con la Tragedia y Thalía, ligada a la Comedia. Sobre la primera, leemos en Introducción a la Ciencia Sagrada: “la que canta ‘lo que merece ser cantado’, representada con la máscara trágica y la maza de Hércules”. Acerca de la segunda: ’la que trae flores, o ‘la que florece’, nombre también de una de las tres gracias, representada con la máscara de la comedia y el bastón de pastor.” La representación teatral, símbolo por excelencia de la vida del hombre, en el viaje iniciático puede ser perfectamente vehículo, como por otro lado todo arte lo es, para el Conocimiento.
Sumergido el actor en la obra, actúa unos papeles de los que participa, y esa actuación puede ser verdaderamente la actualización de tendencias que porta en sí, por tanto, la posibilidad de agotarlas y liberarse de ellas; cayendo esos egos como lo hacen los dos personajes del arcano del Tarot Nº XVI “La Torre de destrucción” o “Casa de Dios”, que representa el athanor donde se lleva a cabo la obra. Dicho de otro modo, el actor encarna un personaje que le ayuda a transmutar el suyo propio que lo contiene, con lo cual podrá florecer el niño alquímico, el niño divino que tiene a su disposición un elenco de actores y papeles en número indefinido.

“La iniciación en los misterios cosmogónicos, es decir, el morir y renacer a otros planos de la realidad mediante la regeneración psíquica, no es aún la salida verdadera del cosmos, sino que se trata de un aprendizaje imprescindible sobre su constitución, sobre el "espíritu" de las cosas y su aprehensión. Un andamiaje que nos permite concebir la posibilidad de lo supracósmico, del no ser y de la no dualidad, realidades que exceden la mera individualidad que signa nuestras experiencias sensoriales o mentales, en tanto que las particulariza. Aunque es útil señalar que –lógicamente– cuando se empieza apenas a atisbar la posibilidad de lo supraindividual, todo lo referido a lo personal cae tan estruendosamente como una torre que es destruida por un rayo, dejando así de ser la protagonista del paisaje.”
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Una compañía de teatro, como la Colegiata, puede dar cabida perfectamente al mundo entero, o lo que es lo mismo convertirse o devenir para sus miembros en plataforma de universalización o cosmización. Autor, director, actores, apuntador, iluminación, vestuario, producción, todos a una ponen en marcha la función. En este caso “En el Tren”.
La puesta en escena de esta obra recuerda las tres columnas del Arbol de la Vida, símbolo del microcosmos, que nos muestra cuál es la estructura de éste y su ser. Esta flor fragante, el microcosmos, bella, luminosa, espléndida, suave y con muchas espinas, sufre la presión continua de la programación mental con que cada uno ha sido sellado. Según la cual vamos fabricando un film que desfila casi de continuo en nuestra imaginación y pensamientos, los que sumándose a esa película discuten, planean, rechazan o buscan cualquier cosa en esa cinta del tiempo en que el ser está atrapado. “Es un sueño la vida, es sueño”, “no es verdad, no es verdad, que venimos a vivir en la tierra…” O como dice la pieza que estamos reseñando “Somos una pompa de jabón entre pompas y pompas de jabón y todo es una pompa de jabón”.
“En el Tren” nos habla de un viaje prototípico, aquel que emprende el hombre en busca del Paraíso perdido, de la Tierra Prometida, del Sí Mismo. Presenta a un grupo de estudiantes “particulares”, a unos buscadores de otros mundos más internos, más secretos y por cierto más reales. Van conversando, y la plática transcurre con sus altos y bajos, con la participación más o menos intensa de los pasajeros del vagón número seis. el vagón de la Belleza, de la Amistad grupal.
El viajero de este tren, para comenzar ha de automarginarse del mundo chato y horizontal de la literalidad, constatar que lo que el hombre considera su identidad no es sino un disfraz, una máscara con la que representa un papel, o varios, en el teatro de la vida; hasta poder decir con uno de estos viajeros “Mejor ser nada que nunca jamás”. Siguen las reflexiones en torno al tema de la mal entendida igualdad, esa que nos hace pobres a todos, pues ya se sabe que la que persigue el mundo moderno sólo es posible por lo bajo. Otro pregunta si el viaje es de ida o de vuelta, alguien le contesta que es de ida y vuelta simultáneas, y que “la función comienza cuando usted llega”, “que la creación perennemente se está haciendo y siempre es”. De modo análogo al recorrido que están realizando estos actores del teatro de la Memoria que saben que el viaje es hacia el interior, “puesto que se trata de la intimidad del corazón, de nuestra alma”.
“Y aunque las cosas toman permanentemente formas cambiantes indican siempre la pertenencia a un mundo que les excede”. La manifestación se despliega en tres niveles sucesivos y cada uno de ellos tiene su origen en el anterior, y el primero de ellos, y con él todos los demás, en lo No manifestado.
Detienen nuestros personajes sus meditaciones y conocemos sus nombres: Alce Negro, Toro Sentado, Plata Pulida, Perro de Humo, Acto Fallido, Verde Esmeralda, entre otros. Prosiguen las reflexiones sobre el viaje y su simbólica. “Este es el quiebre de todos los paraísos infantiles que creíamos lo más cercano a la felicidad, a lo que imaginábamos como nuestra identidad”. “Es una cruda, comerse el steak tartar de los sueños de uno mismo, de todas sus proyecciones quebradas en mil pedazos, deshecho todo su juego de sombras… (silencio) y luces, falsas iluminaciones que proyectaban estos ideales muertos.”
No todos muestran la misma compresión del viaje y los diálogos ascienden y descienden, se perciben ritmos diferentes y la conversación toca distintos planos llevando al espectador a un baile consigo mismo que es reflejo o mejor el eco, que encuentran en él las voces de los actores que encarnando sus papeles son la voz de la Enseñanza unánime y primordial, que esta obra de teatro sintetiza en un lenguaje directo y actual para facilitar la comprensión del espectador. Federico González, siempre nos sorprende con nuevas formas de expresar el Mensaje para proseguir la labor de Enseñanza. Como se dice en la obra: “El anillo se debe mantener flexible y no solidificarse”.
En este viaje en lo invisible hacia “la frontera del silencio, del misterio” se trata de efectuar los ritos, de “manejarse entre un bosque de símbolos vivos y actuantes.” Para lo que hay que estar “loco de amor y de un frío desapego” y siempre recordar que “El encuentro con algo bueno y verdadero se lo hemos de agradecer al dios Hermes”.
Se dice que el viaje iniciático es heroico, pero ya se sabe que el héroe y el traidor son un mismo personaje y ambos han de actualizarse en uno para complementarse y neutralizarse. Uno de los actores representa al traidor, personaje que todos llevamos dentro, que intenta infiltrar la duda y sembrar la cizaña dentro del grupo; es aquel que no ve sentido a la Enseñanza porque, por lo que fuere, no es capaz de reconocerla. El amor por lo más alto une a estos viajeros que saben que tienen un proyecto en común, que el “lugar” al que se dirigen no es un lugar.
Las averías y detenciones están incluidas dando lugar a diversas reacciones que plasman los temores y deseos de los participantes. Y siguen los actores instruyendo al espectador: Minnie, habla de los innumerables peligros del mundo moderno; Mecha, afirma que somos pasajeros en tránsito; Enrique: “aquí estamos para ser nosotros mismos”; Marta: “De una cosa estoy segura, de que los últimos de este convoy seremos los primeros”. Desenganchados del hombre viejo, de lo profano, nos unimos a la Vida, aprendiendo a leer el verdadero sentido de las cosas, desentrañando el mensaje de los símbolos. “Debemos superar la queja y resolver cualquier circunstancia en la forma y modo bajo los que estas se presenten”. “Este es un mundo inacabado de gestos, de voces, de colores, de formas en permanente movimiento, que se fijan perennemente por su descripción, o sea, por las perpetuas evaluaciones que de ellas hacemos, como si fueran un bosque de sonidos que intentamos inventariar y detallar; en fin, una niebla de sueños que están en el tuétano de nuestras creencias, o sea, que conforman nuestra materia.”
Nuestro destino es el origen, “puros y sin contaminarse regresamos a nuestros verdaderos hogares. Una vara desmedida de esperanza es lo que somos. Un retorno al palacio de la sabiduría, aquello que es imposible de contar, de medir o de pesar.”
La creación no puede ser sin un origen y “necesariamente se ha de volver a ese origen virtual para desembarazarnos de la circunferencia.” “Dios me acaba de hablar y le he contestado con toda devoción: ‘Yo soy tú’”.
El Teatro nos brinda la posibilidad de despertar.



M. Victoria Espín


[1] Federico González, La Rueda, una imagen simbólica del Cosmos. Ed. Symbolos. pág. 202.

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