Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

martes, 17 de junio de 2008

En el Útero del Cosmos, magia y alquimia

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Los miembros de la Colegiata Marsilio Ficino hemos tenido la inmensa fortuna de ser copartícipes del acto mágico en el cual quedó fijada la estructura básica de En el Útero del Cosmos. De una manera asombrosa y en apariencia al azar, los textos publicados por Federico González hace dos décadas en el volumen En el Vientre de la Ballena quedaron encadenados en una secuencia distinta a como fueron editados conformando un poema sutil y vigoroso sobre la Realidad -o mejor dicho, sobre la Hiperrealidad- que ahora, al pronunciarlo y actuarlo, resuena fuerte en nosotros avivando nuestro fuego interior.

Y sucede así porque los parlamentos de En el Útero del Cosmos, una puerta abierta al Infinito por la que se nos invita a transitar, hablan de nuestra vida y nos reconocemos en ellos y en sus portavoces, los personajes que pueblan el aula de profesores del primer acto de la obra y el salón festivo del segundo.

Pensemos en cualquiera de ellos; por ejemplo, en Jacobo. Su carta de presentación se encuentra en un parlamento que pronuncia en el primer acto: “El héroe no tiene ninguna virtud aprobada por el consumo. El traidor las tiene todas. Lo que aumenta singularmente el equívoco es que el héroe y el traidor son una sola persona. Ellos somos nosotros.” Esas frases sintetizan la biografía del héroe-traidor capaz de las labores más elevadas y a la vez de las faenas más densas y caídas, individuo a quien todos conocemos muy bien pues está revestido de la misma piel de cada cual. El inspirado que platica con Platón, y el vampiro-murciélago-demonio al servicio del demiurgo que se alimenta de los sudores de los hombres. El heredero de los bardos de sagrados antecedentes, y el gangster que se desempeña en los trabajos más abyectos de alienación del personal. El que lúcidamente advierte los ataques psíquicos de los espíritus amorfos y los enfrenta, y el que se ve a sí mismo como una cáscara vacía.

Pero Jacobo, que reconoce esa dualidad al nivel de la rasante individualidad, sabe el camino de salida que asciende por la vertical. Arrancándose la careta del hombre lobo (“y luego aire, y un alivio imprescindible. Y luz, sólo luz, invisible, sin espejo”) practica un rito, el del borrado de la ilusión del Cosmos manifestado tras haberlo recorrido y la reintegración en el Útero del Ser, en el No-Ser que Rosa, su mujer, ha reconocido cayendo fulminada en el cuarto de baño, “estremecida y como un pellejo u odre vacío, abismada por la sola idea de lo que tú no eres, de aquello que no has creado. Verdadera dimensión del infinito, tu no ser.”


La vivencia de la Realidad en su estado más sublime es la meta de toda obra de transmutación. Y también de los trabajos de la Colegiata Marsilio Ficino.
Marc García

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