Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

lunes, 16 de junio de 2008

Extracto del texto: La Colegiata Marsilio Ficino, una extraña criatura alquímica que interpreta el gran teatro del mundo


En estos días primaverales, la Colegiata Marsilio Ficino celebra el primer año de su andanza como entidad recreadora de la Filosofía Perenne, utilizando como soporte la actividad teatral y la encarnación de una poética siempre viva.
Podríamos ensayar un relato cronológico, pormenorizado y minucioso acerca de este fabuloso acontecimiento, tan fuera de lo común, pero nos inclinamos por adoptar otros registros y ascender a otros planos que coexisten con el literal, remontando así lo aparentemente anecdótico a la dimensión arquetípica e incombustible del relato mítico.

Cerca del día 23 de abril de 2007, festividad de San Jorge, el teúrgo agarró su liviano equipaje y en un acto de amor desinteresado abandonó la paradisíaca isla en la que habitualmente reside para reunirse con sus amigos del otro lado del océano. Su destino era Barcelona, ciudad fundada por el mítico héroe Hércules, la que actualmente dejaba sentir cada vez más groseramente los síntomas de su cercana agonía. Aquella primavera, el mago había invitado a los amigos a participar en un proyecto novedoso: dar voz a una pequeña obra de teatro escrita en un tiempo y espacio otro atravesado por Eros. El libreto con el que iban a trabajar llevaba por frontispicio Noche de Brujas, auto sacramental en dos actos de Federico González. De hecho, el teúrgo se proponía ensayar y registrar en voces el contenido de la obra a lo largo de las semanas previas al solsticio, y coincidiendo con la detención del sol en su cenit, la quería “colgar” en internet convirtiéndola en la primera obra teatral en voces en el medio cibernético.

Desde el silencio se profirió una voz que con su vibración fue surcando todos los mundos, adoptando diferentes tonos que se encarnaron en unos personajes arquetípicos, los magos y magas de la Palabra que fueron hilando la trama del aquelarre. Y lo que debía trabajarse a lo largo de un par de meses, se completó en apenas tres días, obteniéndose un primer registro sin artilugios ni florituras, cual el rayo sonoro del Fiat Lux desnudo de atributos.

El teúrgo intuyó las posibilidades aún latentes o no manifestadas del pequeño vástago, pues sabía que aquella voz era susceptible de adquirir muchos matices, de acompañarse del gesto y devenir una lectura dramatizada, e incluso una teatralización completa, con los textos memorizados y encarnados, conjugados con acciones y movimientos, escenografía, vestuario sugerente, juegos de luz y oscuridad...

Por supuesto que ésta es otra dimensión del teatro, o mejor dicho la recuperación de su sentido primigenio: un rito recreador de la cosmogonía donde los actores juegan los papeles arquetípicos de la construcción del cosmos transmitiéndolo a un público que actúa simultáneamente como receptor; activos los primeros, receptivo el segundo, cual las dos facetas o corrientes que integran el universo único.

.......................................Noche de Brujas

Y así, siguiendo una onda que excedía las miras, los intereses y posibilidades meramente humanas, apareció en un plis plas una pequeña sala en pleno centro de Barcelona en la que se daban las condiciones para escenificar la obra en una noche cercana al día de San Juan.

Visto así pudiera parecer como un sueño hecho realidad, sueño no exento ni de goces ni de pesadillas. Porque si bien la tarea resultó sencilla y fácil por momentos, como guiada por un aliento invisible que iba abriendo un hueco en este mundo para revelarse, cristalizando en esa puesta en escena fugaz y en el testimonio editado en DVD, en otros instantes demandó salvar obstáculos formidables. Las fuerzas terrestres, acuosas, aéreas e ígneas desataron su danza, y las indefinidas entidades del mundo intermediario actuaron por doquier, pero siempre el eje vertebrador invisible y el Principio del que pende ordenaba sutilmente los desajustes parciales, promoviendo la lenta pero efectiva transmutación de la materia alquímica.

En cuanto a la manera como la Colegiata vive el teatro, el texto agrega:
En esta forma de concebir el teatro, como en cualquiera de los otros métodos propios del trabajo hermético, no es cuestión de imponer por la fuerza o sibilinamente unas pautas rígidas o más o menos ingeniosas sobre apreciaciones particulares, sino de ayudar a extraer las potencialidades ocultas que cada actuante porta en su interior, de tal manera que el actor pueda jugar todos los papeles, transmitirlos al espectador para que éste también los recree en sí, y jugándolos, trascenderlos. (...)

En el caldero de los ensayos se fue depurando la obra hasta la apoteosis final del estreno, vivencia de una orgía (del griego órgion: misterio en dos actos o ceremonia religiosa) referida a las secretas uniones operadas en todos los planos del universo; un rito auténtico, no una simulación ni una impostura, sino una magia actuante a través de la dramatización de aquel texto tan extraordinariamente rico en imágenes, ideas, luces, brillos, símbolos.

Cayó el telón y se impuso el “completo derrumbe”, “el asombroso espectáculo de la nada absoluta”. Una noche sin tiempo. Ninguna referencia anterior a la que asirse. La Colegiata Marsilio Ficino se sumió en esa Nada.

La narración prosigue:
El teúrgo sabía, sin embargo, que había llegado la época de la producción de la criatura que anoche acababa de completar su trabajo de aprendiz. (…)
Toda creación implica de un modo u otro el retorno al útero primordial, a la caverna, al Vientre de la Ballena. Sí, En el vientre de la Ballena, aquélla compilación de textos alquímicos de una extraña belleza y sugestión, serían el germen, matriz y alimento de la siguiente edad de la Colegiata. En sí se trataba de revivir el perenne mito cosmogónico de la creación por el Verbo o la Palabra, donde el flujo espermático de la lengua dadora de la vida del mundo, o de todos los mundos que lo conforman, sería el sujeto y objeto de esta nueva dramatización.

Y en relación a la naturaleza mágico-teúrgica de la literatura con la que trabaja la Colegiata:
Un texto teúrgico, hermético, simbólico, reúne en sí el Esplendor y la Belleza de la Creación entera y su tremenda Ilusión; viaja por un eje vertical que atraviesa comarcas y regiones de la conciencia; revela la jerarquía implícita y el orden anárquico del universo; discurre por un tablero de ajedrez multidimensional donde se juegan todas las partidas que siempre terminan en un jaque mate que todo lo reintegra en su Principio. (...) Un texto así es una poética constante, donde una sutil cadena une el Verbo con las Musas, el poeta, el rapsoda o actor y el espectador, cerrándose de este modo el círculo en su punto original.

El poeta compuso una nueva sinfonía con aquellos parlamentos, y una vez montado el libreto lo bautizó con el nombre de “En el Útero del Cosmos. Comedia Hiperrealista de alcance subliminal”. El teúrgo repartió los papeles de los actores principales y de los suplentes. Muchos fueron los invitados, pocos los que lograron perseverar hasta el final. Tras unas primeras lecturas conjuntas, la Colegiata se dispersó durante el período estival con la tarea de memorizar los parlamentos y estudiarlos a fondo.


En septiembre, aterrizaron en el Centro de Estudios de Simbología y reingresaron en la oscuridad de la matriz. Lo experimentado virtualmente empezaría a desplegarse, como lo hace el embrión dentro del útero, desde la única semilla hasta la criatura completa, con todos sus órganos y miembros gobernados por un solo corazón. Los ensayos se sucedieron de domingo en domingo durante nueve meses, un ciclo de gestación que culmina el presente mes de mayo de 2008.


..................................Ensayo de la Colegiata

En esta nueva etapa el funcionamiento de la Colegiata era asimilable al de una Empresa ideal, con su presidente, sus dos directores, y los departamentos y operarios con asignaciones varias. Una estructura entendida como sostén y receptáculo, nunca como un fin en sí misma, “sino como un modelo a escala de una Inteligencia viva, que también se expresa en la existencia que ella misma crea”.

Además:
La Colegiata ha devenido también una escuela de actores. En griego, actor, que es hyphokrités significa al mismo tiempo “adivino, profeta, intérprete, comediante e hipócrita”. Para el plantel de los 12 personajes de la obra, sus suplentes, el director que los iba guiando pacientemente en cada ensayo y todos los que conforman la entidad, lo nuclear era entender cabalmente el texto, no solamente el propio sino el de todos los compañeros, el del libreto entero. De ahí la importancia de la repetición, del ensayo, cuya misión no era petrificar o convertir esos límites en algo rígido y paralizante sino en ponerlos al servicio del discurso, de la poética, que se vivificaba así en cada pase.

En definitiva:
Una puesta en práctica del Arte de la Mayéutica acompañada de ciertas labores de jardinería que enderezaban las ramas torcidas y cortaban las bordes o envejecidas, dando así pleno vigor al árbol para que pudiera madurar y prodigar sus frutos.

Y llegado el momento de realizar el film de la obra teatral:
Los dolores del parto están próximos. La máxima preparación para el momento es la concentración. “Mientras la serpiente cambia de piel nosotros sólo debemos prestar atención a nuestro parto cómodamente ubicados en la butaca del centro, en el Útero del Cosmos”. Una vez nacida, será el momento de mostrar su segundo trabajo, pero esto ya será objeto de otro relato.

Mireia Valls

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